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Cordialmente una carta para ti

18 abril 2014

Artículo publicado en la revista «El Granito de Arena» de abril de 2014.

Cuando pasa el nazareno

Estimado lector: Aprovechando las fechas en que nos encontramos, me gustaría decirte que cada Semana Santa trae a mi memoria el entrañable recuerdo de una poesía que aprendí en mi infancia. Es posible que tú también la recuerdes. Me refiero a esa inmortal poesía titulada La pedrada, de la que es autor José María Gabriel y Galán, un gran poeta, mitad maestro de escuela y mitad campesino, nacido en tierras de Salamanca (1870) y muerto muy joven en las de Extremadura (1905).
En la mencionada poesía evoca Gabriel y Galán aquellas humildes procesiones de Semana Santa, cuando él era niño y vivía en un pequeño pueblo salmantino. Recuerda el paso del Nazareno, en un ambiente de profundo recogimiento y de sincero fervor religioso. Así lo expresa el poeta:
Cuando pasa el Nazareno,
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,
el pecado me tortura,
las entrañas se me anegan
en torrentes de amargura,
y las lágrimas me ciegan
y me hiere la ternura.
……………………………
La procesión se movía
con honda calma doliente.
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía!

El acto de un niño

Y es ahora cuando un hecho insólito acude a la memoria de nuestro poeta. Su recuerdo le hace llorar de emoción. Evoca aquella procesión de otro tiempo en la que un niño, «una precoz criatura de corazón noble y sano», al ver que un soldado romano levantaba el látigo para azotar el rostro ensangrentado de Jesús, cogió una piedra y se la arrojó con fuerza. La consecuencia fue que «sonó un golpe indefinible, y del infame sayón cayó botando la horrible cabezota de cartón».
Ante lo ocurrido, los fieles rodean al niño, le increpan y le preguntan: «¿Por qué, por qué has hecho eso?». Su respuesta no puede ser más sencilla y convincente: «¡Porque sí, porque le pegan sin hacer ningún motivo!». El suceso es de los que penetran hasta lo más hondo del alma. Era tal la crueldad de la Pasión, era tan grande el sufrimiento de Jesús, que provocó la violenta reacción de un niño. Reacción noble e inocente, que no entendía de prejuicios sociales.
Gabriel y Galán finaliza su inmortal poesía con esta estrofa:
Hoy, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?

Demos respuestas sinceras

Esta última pregunta nos invita a reflexionar. Los hombres y las mujeres de hoy, es decir, los que estamos viviendo entre la permisividad y el relativismo moral, ¿somos aquellos niños y niñas educados en los principios y valores del cristianismo? Los hombres de hoy, transigentes y conformistas con casi todo, ¿somos aquellos niños y jóvenes rebeldes e intransigentes ante la injusticia? Cuando en nuestra presencia se ofende al Crucificado, ¿los hombres y mujeres de hoy nos callamos y miramos hacia otro lado o, por el contrario, nos rebelamos como el niño de la poesía?… En una palabra, ¿nos estamos comportando como auténticos cristianos?
Que durante esta Semana Santa, amigo lector, encontremos ante el Sagrario la paz y el recogimiento necesarios para dar sincera respuesta a estas preguntas. Cordialmente,

MANUEL ÁNGEL PUGA
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