Orar como Jesús junto a san Manuel
Artículo publicado en la revista El Granito de Arena de febrero de 2023. El ejemplar de enero de 2023 incluye un suplemento con dos modelos de oración vespertina con salmos y pensamientos de san Manuel. No se encuentra disponible en versión digital, si bien al final de este artículo se encuentran las antífonas y al indicación a los salmos correspondientes.
Palabras que ayudan a rezar (II)
Proseguimos en este número la fundamentación de los textos ofrecidos en el folleto Orar como Jesús, junto a san Manuel, suplemento de El Granito de Arena de enero de 2023. De esta forma, quienes lo deseen podrán profundizar en los textos del obispo del Sagrario abandonado y, también, orar eucarísticamente a partir de sus palabras y pensamientos más significativos.
Explicábamos en el número anterior de El Granito los salmos escogidos para orar como Jesús, que bebía incesantemente de la Sagrada Escritura para hablar a su Padre del Cielo y, también, para dirigirse a sus hermanos en la tierra.
A continuación ofrecemos una relación de los pensamientos de san Manuel González que aparecen como antífonas, con su correspondencia en las Obras Completas y libros de los que han sido extraídos. De esta forma, elevamos el corazón a Dios con los textos sálmicos y nos dejamos guiar por las palabras de este gran santo.
Oración vespertina I
Acompaña como antífona al Salmo 68 el versículo 21 del mismo, lema episcopal de san Manuel: «Busqué quien me consolara… y no lo hallé» («Sustinui qui consolaretur… et non inveni»), mencionado más de 20 veces en sus escritos (Aunque todos… yo no, 6; Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario, 450; Florecillas de Sagrario, 810; Un sueño pastoral, 2128, 2130, 2252, 2321, 2322, 2325; El Rosario sacerdotal, 2533; Artes para ser apóstol, 4790, 4791, 4803, 4810,4835; Arte y liturgia, 5227).
Por su parte, la sentencia que acompaña este salmo (Mt 11,28, «venid a mí los que estáis cansados y agobiados…») invita a orar con una perspectiva neotestamentaria, cristológica. El salmo es, en cierto modo, profecía del consuelo que Cristo no encuentra y el mismo Jesús en el Evangelio nos recuerda que Él viene a traer paz y auxilio a quienes se encuentran agobiados y abandonados.
La antífona del Salmo 83 («Mi corazón y mi carne se regocijaron en el Dios vivo») es la traducción que san Manuel hace del versículo 3 (Mi Comunión de María, 1416). Dicho salmo aparecía en el Misal Romano vigente en época de san Manuel como «preparación para la Santa Misa y Comunión» y se ofrece en este libro para que las Marías mediten antes de recibir a Jesús en la Eucaristía. La sentencia, de san Buenaventura, también está tomada del Misal, si bien es una de las muchas ofrecidas para la acción de gracias de la celebración (Mi Comunión de María, 1427).
El Cántico de Efesios (1,3-10) es acompañado por un pensamiento muy conocido de san Manuel que está tomada de la primera de las meditaciones de Qué hace y qué dice… Con esta antífona bendecimos a la Trinidad, de forma acorde a lo que rezaremos en el Cántico posterior: «Padre, Hijo y Espíritu Santo, benditos seáis por cada uno de los segundos que está con nosotros el Corazón de Jesús en cada uno de los Sagrarios de la tierra. ¡Bendito, bendito Emmanuel!» (399). Los textos del Nuevo Testamento no van precedidos por una sentencia, ya que son netamente cristológicos.
Oración matutina
Para la oración matutina el Salmo 62 está precedido por lo que san Manuel escribió en El Granito de Arena tras ser consagrado obispo y ante la preocupación de las Marías y Discípulos de San Juan respecto a su vinculación con la Obra por él fundada: «Yo no quiero ser Obispo de la sabiduría, ni de la actividad, ni de los pobres, ni de los ricos. Yo no quiero ser más que el Obispo del Sagrario abandonado» (120, «Epílogo» de Aunque todos… yo no, libro que, como él mismo afirma, comenzó a escribir siendo «cura de un Sagrario que fue abandonado» y lo termina siendo «Obispo de la Iglesia de Dios» (118).
Nuevamente aparece el versículo 3 del Salmo 83 como sentencia que invita a orar en clave cristológica y eucarística, ya que es en la Eucaristía donde Dios sigue queriéndose hacer presente y vivo entre nosotros todos los días, hasta el fin del mundo, y donde sabemos que nuestra alma permanece unida al Señor.
La antífona del Cántico de Daniel («Ángeles, adorad conmigo; santos del Señor, alabad conmigo; obras todas del Señor, bendecid conmigo»: Mi Comunión de María, 1199) nuevamente es parte de la acción de gracias de la Comunión que san Manuel invita a realizar a las Marías y Discípulos de San Juan, pidiendo ayuda a los ángeles y santos para agradecer un don tan grande como inefable. Si Daniel invita a toda la creación a alabar a su Creador, el cristiano clama a todos los seres para agradecer el gran don recibido en cada Comunión. En esta misma línea la sentencia, tomada de la meditación de la resurrección de Jesús en El Rosario sacerdotal (2563), ahonda en la gratitud divina cada vez que es ofrecido, sobre el altar, el Hijo de Dios.
Finalmente, la antífona del Salmo 149 («¡Caridad y humildad! Éstas son las dos lámparas con las que quiere estar perpetuamente alumbrado en sus Sagrarios el Jesús de la Hostia callada»; En busca del Escondido, 2682; Artes para ser apóstol, 4830) nos recuerda cómo concibe san Manuel la mejor alabanza del cristiano, no solo de palabra sino de coherencia de vida.
La sentencia, por su parte, es una de las tres disposiciones que, según san Manuel, nos pide el Espíritu Santo para entrar en la oración: «Boca llena» de la alabanza al Señor (del Salmo 70,8; Nuestro barro, 3092; Si viviéramos nuestras Misas, 5304).
Oración vespertina II
En el segundo modelo de oración vespertina la antífona del Salmo 41 («¡Cómo tengo que agradecerte, Corazón de mi Jesús, el que me hayas llamado a ver, a sentir y predicar el Sagrario abandonado!», Aunque todos… yo no, 29) san Manuel expresa la mayor de sus alegrías, aquella que dio sentido a toda su existencia como cristiano y como sacerdote, una alegría que repetirá incesantemente en su vida con sus palabras, obras y fundaciones carismáticas. También la sentencia (Arte y Liturgia, 5221) invita a rezar este Salmo desde la perspectiva de Jesús entregado para todos en la Eucaristía, pero que no es buscado ni deseado, porque no es conocido.
La antífona del Salmo 115, eminentemente eucarístico, está tomada de la meditación «El Corazón de Jesús está dando el mayor amor» (Qué hace y qué dice…, 476). Ante un Salmo en el que los cristianos vemos tan claramente representada la Eucaristía, san Manuel ahonda en esa entrega y esa presencia remarcando que es allí donde se nos da el mayor amor, porque es allí donde se nos da la misma vida de Dios. Igualmente la sentencia invita a entrar en la oración con preguntas («¿qué podremos decirte hoy que no te hayamos dicho ya muchas veces? ¿qué ofrecerte de lo nuestro que no sea ya tuyo?»; Florecillas de Sagrario, 743), como la del salmista («¿cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?», v. 12).
El último cántico neotestamentario, del libro del Apocalipsis, está acompañado de una antífona tomada y resumida a partir de un texto muy profundo de su libro El abandono de los Sagrarios acompañados. Dice el texto completo: «¿En la Cruz Jesucristo se constituye sacerdote y Víctima? En la Misa, el ministro que celebra, la Iglesia que ofrece y los fieles que participan debidamente, son ¡no os asustéis!, cosacerdotes y covíctimas. Cada cual, en su medida y a su modo, sacerdotes son que ofrecen y se ofrecen. Sacrifican a Cristo y se sacrifican con Él. Y con Cristo, alaban, agradecen, expían e interceden. ¿En la Cruz, es Jesucristo único Mediador y Cabeza y Modelo y Primogénito y Piedra angular y Pastor? Por la Misa y por los Sacramentos, que de ella toman virtud, yo, pecador y gusano y extremo infinitamente opuesto a Dios, quedo hecho amigo, hijo adoptivo y heredero de Dios, hermano de Jesús y miembro de su Cuerpo místico y piedra viva de su templo viviente y oveja de su rebaño. Tienen mucho que saborear esas ganancias de la Misa para que os las haga olvidar con otras reflexiones. ¡Lo que nos da una Misa!» (167).
Cánticos evangélicos
La antífona del Magnificat de la oración vespertina I rememora el encuentro de san Manuel con Jesús Eucaristía en Palomares del Río, y que él mismo explica en su libro Aunque todos… yo no: «De rodillas, mi fe veía a través de aquella puertecilla a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más» (15). De esta forma, sus mismos sentimientos nos preparan para alabar a Dios, agradeciendo cuanto ha hecho en nosotros: ¡Dios ha hecho obras grandes en nosotros!, sobre todo permitiéndonos descubrirlo presente a nuestro lado. Él nos sigue auxiliando, como lo hizo con su pueblo Israel.
Por su parte, la antífona del Benedictus: «Amor callado, silencio solemne del Sagrario cristiano, ¡cuánto haces y enseñas! ¡Bienaventurados los que te entienden y se abisman en tus misterios!» (En busca del Escondido, 4829) nos inserta en la bienaventuranza propia de los que se saben iluminados por «el sol que nace de lo alto» que nos permite orientar nuestros pasos por el camino de la paz. En el Sagrario habita este Sol, esta Luz y esta Paz.
Finalmente, el Magnificat de la oración vespertina II es acompañado por una antífona extraída de la meditación «El Corazón de Jesús está dando el mayor amor» del libro Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario, al igual que la que acompañaba al Salmo 115. Dice: «La Eucaristía es un amor mucho mayor, infinitamente mayor que el mayor amor entre los hombres. Eucaristía es dar la vida por los amigos y por los enemigos, no una vez, sino innumerables veces» (476). Es este amor infinito el que, a continuación, proclamamos con las mismas palabras de la Virgen María, alegrándonos en Él, que nos colma de misericordia, nos enaltece, nos alimenta…
En el próximo número ofreceremos la fundamentación de las lecturas bíblicas, responsorios y preces.
[Continuará]
Mónica Mª Yuan Cordiviola, m.e.n.
Oración vespertina I
Himno
Cantemos con gozo y esperanza
porque hoy el carisma revivido
de aquel que Dios ha elegido
también a nosotros nos alcanza.
Cautivado a partir de aquel encuentro,
que marcó para siempre su existencia,
Palomares nos revela ya la esencia
porque Cristo Eucaristía fue su centro.
Demos gracias a Dios con alegría
unamos nuestras voces a su canto
pues los frutos de vida fueron tantos
que solo en gratuidad se pagaría. Amén.
Salmodia
Ant. 1. Busqué quien me consolara… y no lo hallé.
Salmo 68,17-22. 30-37
Ant. 2. Mi corazón y mi carne se regocijaron en el Dios vivo.
Salmo 83
Ant. 3. Padre, Hijo y Espíritu Santo, benditos seáis por cada uno de los segundos que está con nosotros el Corazón de Jesús en cada uno de los Sagrarios de la tierra. ¡Bendito, bendito Emmanuel!
Cántico Ef 1,3-10
Lectura breve: Rom 12,1-2
Responsorio breve
V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
Cántico evangélico
Ant. De rodillas, mi fe veía a través de aquella puertecilla a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más.
Magníficat: Lc 1,46-55
Preces
Invoquemos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien encontramos descanso, y pidámosle:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Tú que por medio de la Eucaristía alimentas constantemente a tu pueblo
— llena de tu Espíritu a nuestros pastores y concédenos a todos servir a la Madre Iglesia con todo el corazón.
Tú que te acercaste compasivo a los enfermos, los niños, los ignorantes o los necesitados de cualquier clase
— enséñanos a salir al encuentro de todas las personas para que puedan experimentar tu amor misericordioso.
Tú que en Palomares del Río te manifestante suplicante a san Manuel González en un Sagrario abandonado
— haz que todos los miembros de la Familia Eucarística Reparadora experimentemos cada día con mayor convicción esa mirada tuya que sigue diciendo mucho y pidiendo más.
Tú que continúas haciendo resonar tu «sígueme» en el corazón de tantos jóvenes
— concédeles llegar a ser apóstoles en cuanto testigos, testigos en cuanto amigos y amigos en cuanto íntimos.
Tú que eres siempre Padre, lo mismo cuando das la vida que cuando la quitas, otorga a todos los difuntos gozar de tu visión
— y a nosotros concédenos la firme certeza de saber que de nuestros queridos muertos solo nos separa el canto de una Hostia consagrada.
Padrenuestro
Con fe viva acudamos a nuestro Padre con la oración que Jesús nos dejó como compendio de su Evangelio.
Oración final
Oh Dios, tú que concediste a san Manuel, obispo, anunciar la muerte y la resurrección de tu Hijo por medio de los sacramentos, concede a tu pueblo que, siguiendo su ejemplo, sea en el mundo fermento de santificación por la participación en el memorial de Cristo. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración matutina
Invitatorio
V. Señor, ábreme los labios.
Ant. Venid, adoremos a Cristo, vida de Dios y única vida de todo lo que vive.
Himno
Como el de la oración vespertina o algún canto apropiado.
Salmodia
Ant. 1. Yo no quiero ser Obispo de la sabiduría, ni de la actividad, ni de los pobres, ni de los ricos. Yo no quiero ser más que el Obispo del Sagrario abandonado.
Salmo 62
Ant. 2. Ángeles, adorad conmigo; santos del Señor, alabad conmigo; obras todas del Señor, bendecid conmigo.
Cántico Dn 3,57-88. 56
Ant. 3. ¡Caridad y humildad! Estas son las dos lámparas con las que quiere estar perpetuamente alumbrado en sus Sagrarios el Jesús de la Hostia callada.
Salmo 149
Lectura breve: Is 25,6. 9
Responsorio breve
V. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
R. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
V. Me hará vivir para él, mi descendencia lo servirá.
R. En medio de la asamblea te alabaré.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré.
Cántico evangélico
Ant. Amor callado, silencio solemne del Sagrario cristiano, ¡cuánto haces y enseñas! ¡Bienaventurados los que te entienden y se abisman en tus misterios!
Benedictus: Lc 1,68-79
Preces
Demos gracias a Dios, que está siempre atento a las necesidades de sus hijos, y supliquémosle diciendo:
Te alabamos, Señor, y confiamos en ti.
Tú que nos has asegurado tu presencia todos los días hasta el fin del mundo
— enséñanos a trabajar, andar, descansar, reír y llorar de cara al Sagrario, mirando a él, como si estuviéramos ante él.
Tú que desde la Eucaristía derramas sobre nosotros tu amor misericordioso
— haz que nuestro corazón y nuestra vida se conviertan en eco del Corazón y de la Vida que palpitan en nuestro Sagrario.
Tú que en tu vida eucarística sigues siendo nuestro modelo como lo fuiste en tu vida mortal
— haznos semejantes a ti, para que al estar en nuestro deber, darnos a nuestros prójimos y morir a nosotros mismos, vivamos la compañía de imitación.
Tú que no vacilas en vivir tan cerca de nosotros y te das por entero a quien te busca
— acrecienta nuestra confianza en ti.
Tú que quisiste tener a tu Madre siempre a tu lado
— concédenos acompañarte siempre en unión de María Inmaculada, del Discípulo fiel y de las Marías del Evangelio.
Padrenuestro
Acudamos a nuestro Padre con la oración que Jesús nos dejó como compendio de su Evangelio.
Oración final
Oh Dios, tú que concediste a san Manuel, obispo, anunciar la muerte y la resurrección de tu Hijo por medio de los sacramentos, concede a tu pueblo que, siguiendo su ejemplo, sea en el mundo fermento de santificación por la participación en el memorial de Cristo. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración vespertina II
Himno
Cantemos con gozo y esperanza
porque hoy el carisma revivido
de aquel que Dios ha elegido
también a nosotros nos alcanza.
Cautivado a partir de aquel encuentro,
que marcó para siempre su existencia,
Palomares nos revela ya la esencia
porque Cristo Eucaristía fue su centro.
Demos gracias a Dios con alegría
unamos nuestras voces a su canto
pues los frutos de vida fueron tantos
que solo en gratuidad se pagaría. Amén.
Salmodia
Ant. 1. ¡Cómo tengo que agradecerte, Corazón de mi Jesús, el que me hayas llamado a ver, a sentir y predicar el Sagrario abandonado!
Salmo 41
Ant. 2. «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos…», a no ser el que ha inventado la Eucaristía para darla todos los días y todas las horas por sus enemigos ¡hasta la consumación de los siglos! ¡Este sí que es el mayor amor perpetuado en una locura!
Salmo 115
Ant. 3. Por su sacrificio Cristo nos ha hecho miembros de su Cuerpo, piedras de su Iglesia, ovejas de su rebaño, hijos de Dios, participantes de su vida y coherederos de su gloria.
Cántico Ap 11,17-18; 12,10-12
Lectura breve: Rom 12,9-12
Que vuestra caridad no sea una farsa; aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.
Responsorio breve
V. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
V. Tu rostro buscaré, Señor.
R. Buscad mi rostro.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro.
Cántico evangélico
Ant. La Eucaristía es un amor mucho mayor, infinitamente mayor que el mayor amor entre los hombres. Eucaristía es dar la vida por los amigos y por los enemigos, no una vez, sino innumerables veces.
Magníficat: Lc 1,46-55
Preces
Invoquemos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien encontramos descanso, y pidámosle:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Tú que por medio de la Eucaristía alimentas constantemente a tu pueblo
— llena de tu Espíritu a nuestros pastores y concédenos a todos servir a la Madre Iglesia con todo el corazón.
Tú que te acercaste compasivo a los enfermos, los niños, los ignorantes o los necesitados de cualquier clase
— enséñanos a salir al encuentro de todas las personas para que puedan experimentar tu amor misericordioso.
Tú que en Palomares del Río te manifestante suplicante a san Manuel González en un Sagrario abandonado
— haz que todos los miembros de la Familia Eucarística Reparadora experimentemos cada día con mayor convicción esa mirada tuya que sigue diciendo mucho y pidiendo más.
Tú que continúas haciendo resonar tu «sígueme» en el corazón de tantos jóvenes
— concédeles llegar a ser apóstoles en cuanto testigos, testigos en cuanto amigos y amigos en cuanto íntimos.
Tú que eres siempre Padre, lo mismo cuando das la vida que cuando la quitas, otorga a todos los difuntos gozar de tu visión
— y a nosotros concédenos la firme certeza de saber que de nuestros queridos muertos solo nos separa el canto de una Hostia consagrada.
Padrenuestro
Acudamos a nuestro Padre con la oración que Jesús nos dejó como compendio de su Evangelio.
Oración final
Oh Dios, tú que concediste a san Manuel, obispo, anunciar la muerte y la resurrección de tu Hijo por medio de los sacramentos, concede a tu pueblo que, siguiendo su ejemplo, sea en el mundo fermento de santificación por la participación en el memorial de Cristo. Que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.