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Cordialmente, una carta para ti (enero 2023)

20 febrero 2023

Artículo publicado en la revista El Granito de Arena de febrero de 2023.

Santa Minia, virgen y mártir

Amigo lector: Es probable que nunca hayas oído hablar de santa Minia. Por ello, quiero decirte que hace unos días mi prima Delia, residente en una localidad muy cercana a Santiago de Compostela, me regaló un librito titulado Santa Minia, virgen y mártir. Historia de su culto y Santuario en Brión (Diócesis de Santiago, 2007), del que es autor Benito Salvado.
La razón por la que Delia me regaló el librito es porque siente una especial devoción por santa Minia. Pese a sus muchos años y a sus achaques, cada 27 de septiembre, festividad de santa Minia, ella acude acompañada de sus hijos a Brión (A Coruña), donde se encuentra el santuario de la que fue virgen y mártir.

Según la tradición, Minia era una niña romana que, al igual que su familia, profesaba la fe cristiana. En tiempos del emperador Juliano (el Apóstata), en el siglo IV de nuestra era, fue martirizada y enterrada en las catacumbas de Roma. Se narra en el libro que «en dos lugares de las catacumbas romanas se registra este nombre: en el cementerio de San Calixto y en el de Santa Inés. El cuerpo de santa Minia hallado en el cementerio de S. Calixto, en 1781, fue entregado a la Iglesia metropolitana esmirnense (de Esmirna) el 20 de enero de 1841. El cuerpo de santa Minia procedente de la catacumba de Santa Inés –hoy venerado en su santuario de Brión– no fue donado a una iglesia determinada, sino a una personalidad eclesiástica con la facultad de tener dicha sagrada reliquia en su poder o donarla a otros».

Un largo viaje
Es posible, amigo lector, que te estés preguntando cómo llegó esa sagrada reliquia desde Roma hasta la pequeña localidad gallega de Brión. Según se hace constar en el libro, el 17 de abril de 1783 fue extraído de su sepultura en el cementerio de Santa Inés el cuerpo de santa Minia, con su lápida de mármol, el cual permaneció en la misma catacumba a disposición de la Prefectura del Sagrario Apostólico. Algún tiempo después, concretamente el día 8 de junio de 1804, «el Rvdmo. Sr. D. Fr. Bartolomé Menochio, Obispo Porfiriense, Prefecto del Sagrario Apostólico, saca con mandato de S.S. del cementerio de Santa Inés, y dona al Ilmo. y Rvdmo. Sr. Don Juan Francisco Arieta, los sagrados restos de la Santa, con la lápida, facultándole para donarlos a su vez a otros».

Según todos los indicios, monseñor Juan Francisco Arieta donó los sagrados restos, introducidos en una urna de cristal, a Tomás Anduaga, importante empresario gaditano y persona muy piadosa, para que le rindiese culto en su oratorio privado. Tras su fallecimiento se cerró el oratorio, por lo que la urna pasó a ser propiedad de un representante de la Casa Anduaga, llamado D. José Finoquio, quien a su vez se la regaló a su antiguo amigo D. Luis Tobío, natural de Brión, pero que desde hacía tiempo residía en Cádiz. La donación se efectuó ante notario el día 27 de octubre del año 1847.

En cuanto don Luis Tobío se hizo cargo de los restos de santa Minia, comenzó a organizar su traslado desde Cádiz a Brión, el cual se realizó por mar hasta el puerto de Vigo (Pontevedra), aunque la tradición popular sostiene que el desembarco tuvo lugar en Padrón, villa a la que siglos antes habían llegado los restos mortales del Apóstol Santiago. Sea como fuere, lo cierto es que la urna llegó a Brión el primero de agosto de 1848. Obtenido el permiso del arzobispado de Santiago de Compostela, fue entronizada en la iglesia parroquial.

La construcción del santuario
A partir de ahora, apreciado lector, el sueño de don Luis será construir un santuario dedicado a santa Minia en la parroquia de Brión, y así lo expuso al arzobispado. Fue el 23 de junio de 1849 cuando la autoridad eclesiástica autoriza la construcción del santuario en el lugar solicitado. Sin embargo, pronto empezaron las dificultades, porque una buena parte de los vecinos de Brión quería que la urna siguiera estando en la iglesia parroquial.

Mientras tanto se organizó una suscripción popular a beneficio de las obras del santuario. El día 17 de enero de 1851, ya apaciguados los ánimos de quienes se oponían al proyecto, el arzobispo de Santiago concede el oportuno permiso para el comienzo de las obras, las cuales quedaron finalizadas en el año 1868. Precisamente, el día 26 de septiembre de este mismo año se procedió al traslado de la urna hasta el nuevo santuario. Al día siguiente, festividad de santa Minia, se celebró Misa solemne y quedó inaugurado el santuario, al que acuden infinidad de romeros de toda Galicia y de varios lugares de España.

Deseando, amigo lector, que esta carta haya sido de tu interés, te saluda cordialmente

Manuel Ángel Puga
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