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La Misión de la FER dentro de la Nueva Evangelización

9 junio 2013

Texto completo de la ponencia completa de Don Daniel, asesor UNER en Tenerife.

Inicio de la ponencia de D. Damel.

Inicio de la ponencia de D. Damel.

 

Me refiero al deber sagrado de la nueva evangelización. Es «siempre antigua, siempre nueva». El cómo, el cuándo y el dónde pueden cambiar, pero el mandato sigue siendo el mismo, así como el mensaje y la inspiración: «Jesucristo… el mismo ayer, hoy y siempre».
Estamos reunidos en el caput hispaniae, evangelizada por el apóstol Santiago; en la ciudad en la que la presencia de Santa María del Pilar «ha enviado» evangelizadores a ofrecer la persona, el mensaje y la invitación que están en el corazón de la evangelización, hasta el “nuevo mundo”, en la era de los “descubrimientos geográficos”.

Estamos reunidos cerca de la basílica, donde el celo evangélico de la Iglesia se expandió hasta lugares insospechados, y donde el mismo celo compromete a la Familia Eucarística Reparadora a una  «Nueva Evangelización».

Sí, estamos aquí juntos como misioneros, como evangelizadores.

Acogemos la enseñanza del Concilio Vaticano II, especialmente en lo que está expresado en los documentos Lumen Gentium, Gaudium et Spes y Ad Gentes, que especifican con precisión cómo entiende la Iglesia su propio deber evangélico, llamando a toda la Iglesia misionera; es decir, que todos los cristianos, en virtud del bautismo, la confirmación y la eucaristía, son evangelizadores.

Sí, el Concilio ha reiterado, sobre todo en Ad Gentes, que si bien son misioneros explícitos aquellos enviados a los lugares donde las personas nunca han oído el nombre mediante el cual todos los hombres han sido salvados, sin embargo, no hay cristiano que esté excluido de la tarea de dar testimonio de Jesús, transmitiendo a los demás el llamado del Señor en la vida cotidiana.

Por lo tanto, la misión se ha convertido en el punto central de la vida de cada Iglesia local, de cada creyente. La naturaleza misionera se renueva no sólo en un sentido geográfico, sino en el sentido teológico, en tanto el destinatario de la ‘misión’ no es sólo el no creyente, sino el creyente. Algunos se preguntaban si esta ampliación del concepto de la evangelización hubiese debilitado involuntariamente el significado de la misión ‘ad gentes’.
El beato Juan Pablo II ha desarrollado esta nueva comprensión del término, haciendo hincapié en la evangelización de la cultura, en cuanto el parangón entre fe y cultura sustituyó la relación entre la Iglesia y el Estado que prevaleció hasta el Concilio, y en este cambio de acento consiste la tarea de re-evangelizar culturas que alguna vez fueron el verdadero motor de los valores evangélicos. Así, la nueva evangelización se convierte en el reto de aplicar la llamada de Jesús a la conversión del corazón, no sólo ad extra sino también ad intra; a los creyentes y culturas en las que la sal del evangelio ha perdido su sabor. Por lo tanto, la misión se dirige a todos los países y culturas sin distinción.

En la Redemptoris Missio, número 33, el beato Juan Pablo II presentó este planteamiento, haciendo una distinción entre la evangelización primaria –el anuncio de Jesús a los pueblos y contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos–, y la nueva evangelización –el reavivar la fe en la gente y las culturas en las que se ha apagado–, y la atención pastoral de las iglesias que viven la fe y han reconocido su compromiso universal.

Está claro que no hay oposición entre la misión ad gentes y la nueva evangelización: no se trata de un aut-aut (=o esto o aquello) sino de un et-et (=esto y aquello). La Nueva Evangelización genera misioneros entusiastas, y aquellos que están comprometidos en la misión ad gentes deben dejarse evangelizar continuamente.

Desde el Nuevo Testamento, la misma generación que recibió la misión ad gentes del Maestro en el momento de la Ascensión necesitaba que san Pablo la exhortase a «reavivar el carisma de Dios», reavivando la llama de la fe depositada en ellos. Esto es sin duda, uno de los primeros ejemplos de la nueva evangelización.

Y más recientemente, durante el alentador Sínodo sobre África, hemos escuchado las voces de los obispos que están ejerciendo su ministerio en los lugares donde la cosecha de la misión ad gentes era rica, pero ahora que han pasado dos o tres generaciones, también ellos sienten la necesidad de una nueva evangelización.

El reconocido misionero televisivo, arzobispo Fulton J. Sheen, dijo: «La primera palabra de Jesús a sus discípulos fue ‘vengan’, y la última fue ‘vayan’. Uno no puede ‘ir’ a menos que primero no haya ‘venido’ a él».

Un gran reto, tanto para la misión ad gentes como a la nueva evangelización, es el llamado secularismo. Escuchemos cómo lo describe Benedicto XVI: «La secularización, que se presenta en las culturas como una configuración del mundo y de la humanidad sin referencia a la Trascendencia, invade todos los aspectos de la vida diaria y desarrolla una mentalidad en la que Dios de hecho está ausente, total o parcialmente, de la existencia y de la conciencia humanas. Esta secularización no es sólo una amenaza exterior para los creyentes, sino que ya desde hace tiempo se manifiesta en el seno de la Iglesia misma. Desnaturaliza desde dentro y en profundidad la fe cristiana y, como consecuencia, el estilo de vida y el comportamiento diario de los creyentes. Estos viven en el mundo y a menudo están marcados, cuando no condicionados, por la cultura de la imagen, que impone modelos e impulsos contradictorios, negando en la práctica a Dios: ya no hay necesidad de Dios, de pensar en él y de volver a él. Además, la mentalidad hedonista y consumista predominante favorece, tanto en los fieles como en los pastores, una tendencia hacia la superficialidad y un egocentrismo que daña la vida eclesial.» (Discurso de Su Santidad Benedicto XVI a la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura, 8.III.2008).

Esta secularización llama a la Familia Eucarística Reparadora a una estrategia eficaz de evangelización.
Permítanme exponerla en algunos puntos:
1. Incluso en los lugares que suelen ser clasificados como «materialistas», tales como los medios de comunicación, el entretenimiento, las finanzas, la política, el arte, la literatura, hay una innegable apertura a la trascendencia, ¡a lo divino!
Recordemos las palabras de Benedicto XVI, nuevamente:
“…Considero importante sobre todo el hecho de que también las personas que se declaran agnósticas y ateas deben interesarnos a nosotros como creyentes. Cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero la cuestión sobre Dios sigue estando también en ellos… Como primer paso de la evangelización debemos tratar de mantener viva esta búsqueda; debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde… Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de «atrio de los gentiles» donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia”.
Este es mi primer punto: Compartimos la convicción de los filósofos y poetas del pasado, los cuales no tenían la ventaja de haber recibido la revelación. Y, por eso, incluso una persona que dice adherirse al secularismo y despreciar las religiones, tiene dentro de sí una chispa de interés en el más allá, y reconoce que la humanidad y la creación serían un enigma absurdo sin un concepto de ‘creador’.
En el cine se estrenó, no hace mmucho, una película llamada The Way (El Camino), en la que uno de los protagonistas es un conocido actor, Martin Sheen. Quizás la hayan visto. Hace el papel de un padre cuyo hijo distanciado muere mientras recorre el Camino de Santiago de Compostela. El angustiado padre decide completar la peregrinación en lugar del hijo perdido. Es el icono del hombre secular: satisfecho de sí mismo, despectivo hacia Dios y la religión, que se definía «ex-católico», cínico frente a a la fe… pero, sin embargo, es incapaz de negar que dentro dsee sí hay un interés irresistible de conocer más allá, una sed de algo más –o alguien más–, que crece en él a lo largo del camino.
Sí, podríamos tomar prestado lo que los apóstoles le dijeron a Jesús en el evangelio: ¡»todos te buscan»! Y te están buscando incluso hoy…
2. Esto me lleva al segundo punto: este hecho nos da una inmensa confianza y el coraje decisivo para cumplir con el sagrado deber de la misión y la nueva evangelización. «No tengan miedo», como suele decirse, es la exhortación más repetida en la Biblia.
Después del Concilio, la buena noticia era que el triunfalismo en la Iglesia había muerto. Pero, por desgracia, ¡también la confianza!
Estamos convencidos, confiados y valientes con la nueva evangelización gracias al poder de la Persona que nos ha confiado esta misión –da la casualidad de que es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad–, y gracias a la verdad de su mensaje y la profunda apertura a lo divino, incluso entre las personas más secularizadas de nuestra sociedad actual.
¡Seguros, sí!

Triunfalistas, ¡nunca más!

Lo que nos mantiene lejos de la arrogancia y de la soberbia del triunfalismo es el reconocimiento de lo que nos enseñó el papa Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi: ¡la Iglesia misma tiene siempre la necesidad de ser evangelizada!
Esto nos da la humildad de admitir que nemo dat quod non habet (= nadie da lo que tiene), que la Iglesia tiene una profunda necesidad de conversión interior, algo medular en la llamada a la evangelización.
3. Un tercer elemento para una misión eficaz es la conciencia de que Dios no sacia la sed del corazón humano con un concepto, sino a través de una persona que se llama Jesús. La invitación implícita en la misión ad gentes y la nueva evangelización no es una doctrina, sino una llamada a conocer, amar y servir –no a algo–, sino a alguien.
Benedicto XVI, cuando comenzó su pontificado, nos invitó a una amistad con Jesús, expresión con él ha definido la santidad. Es el amor de una Persona, una relación personal que está en el origen de nuestra fe.
Como escribe san Agustín: “Ex una sane doctrina impressam fidem credentium cordibus singulorum qui hoc idem credunt verissime dicimus, sed aliud sunt ea quae creduntur, aliud fides qua reduntur(= Decimos la pura verdad cuando afirmamos que a partir de una doctrina se halla impresa en los corazones de cada uno de los creyentes la fe. Sin embargo, una cosa es lo que se ha de creer y muy otra cosa es la fe que se manifiesta) (De Trinitate, XIII, 2.5).
4. Y aquí está el cuarto punto: esta persona, este Jesús de Nazaret, nos dice que Él es la verdad. Por lo tanto, nuestra misión tiene una sustancia, un contenido. A veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, en el quincuagésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y en este Año de la fe, nos encontramos con el reto de combatir el analfabetismo catequético.
Es verdad que la nueva evangelización es urgente, porque a veces el secularismo ha ahogado el grano de la fe; pero esto fue posible porque muchos creyentes no tienen la mínima idea de la sabiduría, la belleza y la coherencia de la Verdad.
El cardenal George Pell, dijo que «no es tan cierto que las personas han perdido la fe, sino que no la tuvieron desde el inicio; y si la había de algún modo, era tan insignificante que podía ser fácilmente arrancada».
Por eso el cardenal Avery Dulles nos ha llamado a una neo-apologética, no radicada en discusiones vacías, sino en la Verdad que tiene un nombre, Jesús.
Del mismo modo, cuando el beato John Henry Newman recibió la tarjeta para la nominación al Colegio de Cardenales, advirtió sobre los peligros del liberalismo en la religión, es decir, «la doctrina según la cual no hay ninguna verdad positiva en la religión, en que un credo vale tanto como otro. La religión revelada no es una verdad, sino un sentimiento y una preferencia personal».
Cuando Jesús nos dice «Yo soy la Verdad», dijo también que es «el Camino y la Vida.» El camino de Jesús es al interior y a través de su Iglesia, que como una madre santa nos da la Vida del Señor.
«¿Cómo lo habrías conocido a Él si no a través de Ella?”, preguntaba De Lubac, haciendo referencia a la relación inseparable entre Jesús y su Iglesia.
Por lo tanto, nuestra misión, esta nueva evangelización, tiene unas dimensiones catequéticas y eclesiales.
Esto nos lleva a pensar en la Iglesia de una manera renovada: a pensar en ella como una Misión en sí misma. Como nos enseñó el beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio, la Iglesia no tiene una misión, como si la «misión» fuera una cosa entre las muchas que Iglesia hace. No, la Iglesia es una misión, y cada uno de nosotros que confiesa a Jesús como Señor y Salvador debería interrogarse sobre su propia eficacia en la misión.
En los últimos cincuenta años desde la apertura del Concilio, hemos visto a la Iglesia  volver a descubrirse como una obra misionera. En algunos lugares esto ha significado un nuevo descubrimiento del Evangelio. En los países cristianos ya ha dado lugar a una reevangelización que abandona las aguas estancadas de la conservación institucional y, como Juan Pablo II ha enseñado en la Novo Millennio Ineunte, nos invita a despegar en pos de una pesca eficaz.
En muchos países, alguna vez la cultura y el entorno social transmitían el evangelio, pero hoy en día no es así. Ahora, por lo tanto, el anuncio del evangelio –la invitación explícita a entrar en la amistad con el Señor Jesús–, debe estar en el centro de la vida católica y de todos los católicos. Pero en todo momento, el Concilio Vaticano II y los grandes papas que le han dado una interpretación autorizada, nos impulsan a llamar a nuestra gente a pensarse como un despliegue de misioneros y evangelizadores.

5. Punto cinco: el misionero, el evangelizador, debe ser una persona alegre. “La alegría es el signo infalible de la presencia de Dios”, afirma Leon Bloy.
La nueva evangelización se realiza con una sonrisa, no con el ceño fruncido.
La misión ad gentes es, básicamente, un sí a todo aquello que hay de decente, bueno, verdadero, bello y noble en la persona humana.
¡La Iglesia es básicamente un sí, ¡no un no!

6. Y, penúltimo punto, la Nueva Evangelización, es un acto de amor.
Recientemente le preguntaron a John Thomas Kattrukudiyil, obispo de Itanagar, en el noreste de la India, el motivo del enorme crecimiento de la Iglesia en su diócesis, que registra más de diez mil conversiones de adultos al año.
«Porque presentamos a Dios como un Padre amoroso, y porque la gente ve que la Iglesia los ama», respondió. No es un amor etéreo, añadió, sino un amor encarnado en maravillosas escuelas para los niños, clínicas para los enfermos, casas para los ancianos, orfanatos, alimentos para los hambrientos.
7. Alegría, amor y… último punto… siento decirlo, la sangre.

La sangre, la cruz, la entrega. Sí.

¿Podría, por favor, saltarse lo del «derramamiento de tu sangre»? Me dijo una muchacho de un grupo juvenil. Y, seguro que  alguien, de esta sala, podría preguntar.
¡Por supuesto que no! Nosotros también estamos llamados a sufrir y morir por Jesús.
Fue Pablo VI quien observó sabiamente que el hombre moderno aprende más de los testigos que de los maestros, y el supremo testimonio es el martirio.
Hoy en día, lamentablemente, tenemos mártires en abundancia.
Gracias a todos aquellos que nos recuerda a menudo a aquellos que hoy en día sufren la persecución a causa de su fe en todo el mundo.
Mientras lloramos a los mártires cristianos; mientras los amamos, oremos con y por ellos; mientras actuamos enérgicamente en su defensa, estamos también muy orgullosos de ellos, nos sentimos orgullosos de ellos y proclamamos su testimonio supremo al mundo.

Ellos encienden la chispa de la misión ad gentes de la Nueva Evangelización.

Y, por fin,  quizás conviene concluir simplemente con este pensamiento: tenemos necesidad de decir de nuevo, como un niño, la verdad eterna, la belleza y la sencillez de Jesús y de su Iglesia.

 

 

Las 9 puertas para evangelizar

Me refiero a 9 ámbitos sociales donde tiene lugar el anuncio de Jesucristo y la posterior formación en la fe. Son 9 «puertas a las que tocar», lugares a los que ir.

1. La Familia: es el primer lugar donde se engendra la fe y se aprende a vivir en cristiano según el testimonio de los padres. El nº 14 de «Evangelium Nuntiandii» dice que en una familia consciente todos los miembros evangelizan y son evangelizados.

2. La educación: sin ella no hay crecimiento ni maduración ni cambio de mentalidad y cultura. Capellanías, internados, residencias de estudiantes… tienen mucho que hacer para evangelizar. Muchos jóvenes son analfabetos en lo religioso. Las escuelas católicas han de evangelizar, enseñar y educar, todo junto. Para eso, en cada centro educativo «debe haber un núcleo duro de cristianos que den orientación cristiana en esa escuela, para que sea católica de verdad». Sin «núcleo duro» es católica sólo de nombre.

3. La parroquia: tiene un territorio, un pastor dependiente del obispo y una comunidad en torno a los sacramentos. Acompaña a la persona desde el bautismo hasta el entierro. Forma con la catequesis a niños y adultos. No la elige cada uno, sino que nos toca por territorio y la compartes con gente muy distinta a ti. Juan Pablo II decía que la parroquia tiene que ser el centro de la nueva evangelización.

4. Las nuevas realidades eclesiales: no deben despreciarse ni dejarse de lado. Juan Pablo II y Benedicto XVI han insistido siempre en su fuerza renovadora. Como las órdenes religiosas, comunidades que fueron roturadoras, pioneras, también ellas renuevan toda la Iglesia. El pastor debe estar atento, «ayudarles, acompañarles, quizá corregirles». El obispo recuerda que el mismo Benedicto XVI pide no estar demasiado atado a planes pastorales hechos de normas. «Permitid al Espíritu Santo que actúe a su gusto; una pastoral planificada puede asfixiar las nuevas iniciativas, estad atentos a lo que surge, a lo imprevisto».

5. Diaconía: es la caridad, el servicio a los pobres. La diaconía verifica con actos reales, concretos, la autenticidad de la fe.

6. La piedad popular: a menudo se da en lugares especiales, en santuarios, lugares de acogida que deben servir para evangelizar la religiosidad. «Nuestra sociedad es consumista pero también hay gente en búsqueda espiritual. Hay que reevangelizar esta piedad popular a la que acuden buscadores».

7. Los medios de comunicación social e Internet: «la red invade la vida de muchos, especialmente de los jóvenes. Allí no hay intimidad sino ´extimidad´, porque exponemos todas nuestras cosas en la red. Pasamos de la información a la conversación, cada internauta es hoy un ´comunicador mediático´. La Iglesia, como Internet, está universalmente conectada. Hasta el Papa usa Twitter. Pero ojo, cuidado con la adicción. El Evangelio no llega en el espectáculo ni se mide por las audiencias».

8. El arte y la cultura: la Iglesia pide una pastoral de la inteligencia. Transformar la cultura, evangelizarla, requiere de fe y razón, no de mero sentimentalismo ni tampoco de nostalgias del pasado.

9. La vida social: ocio, deporte, trabajo y vida asociativa. «La evangelización puede transformar todo nuestro mundo, humanizarlo, dar una ecología de la persona humana. El evangelio no es una contracultura, sino que entra en la cultura, la impregna desde dentro y la limpia de las patologías que la afligen».

6 actitudes pastorales evangelizadoras 

Son ideas que han de hacer cambiar las rutinas y hábitos de nuestra parroquia, grupo, apostolado, etc… para hacerlos más evangelizadores.

1-Hay que llegar a las personas donde se encuentran, en lo físico y en lo cultural. «Se crean nuevos barrios lejos del centro, mientras nuestras iglesias están concentradas en el centro. Vemos barrios sin iglesias. En EEUU cuando surge un nuevo barrio enseguida se prevé espacio allí para capillas. Nosotros también hemos de prever, ir. Y hemos de escuchar qué preguntas se hace la gente y qué problemas tienen las personas».

2- Atender qué reprochan nuestros contemporáneos a la Iglesia. Algunos reproches son ilegítimos e ideológicos; otros tienen su legitimidad. No se equivocan muchas veces si se quejan de que usamos un lenguaje complicado, de falta de acogida, de déficit de comunicación…

3- Diversificar: no a la pastoral monolítica. Debe haber distintas puertas de acceso a la fe y a la comunidad. Los alejados, los que tienen solo relación puntual… pueden preferir invitaciones a actos muy puntuales (una jornada, una mañana, un viaje), en vez de que les ofrezcan itinerarios muy largos y complicados. En estos actos se puede proponer una nueva conversión. Y los cristianos comprometidos deben ser ayudados a ser evangelizadores. «Pasemos del cristianismo de tradición al de adhesión y compromiso».

4- El kerigma y el primer anuncio debe estar en el corazón de la pastoral ordinaria. Los católicos deben salir de la sombra del campanario, salir a evangelizar. Juan Pablo II decía: “la parroquia debe buscarse a sí misma fuera”. «Nada de pastoral de ventanilla, salir al mundo». Las puertas de la parroquia deben abrirse a todas las experiencias humanas.

5- Abrir la parroquia y las comunidades a la diaconía, el servicio a los pobres. «Hay pobres por la crisis y por la ruptura familiar, la pobreza afectiva, la soledad. Esos pueden ser lugares de encuetro con el evangelio».

6 – Aceptar una conversión pastoral. «Nada de esto es posible sin una mirada hacia dentro, sin concienciarnos. Hay que pasar del público cautivo al anuncio fuera. Hay diócesis que se preocupan por la evangelización: hay sacerdotes que se visitan unos a otros para aprender nuevas formas, experiencias. No hay una única forma y en estos intercambios se aprende mucho».

Cómo tratar a la gente e integrarla en la comunidad

1 – La acogida es algo central. Con ella mostramos nuestra caridad y diaconía. La acogida incluye tener capacidad de escucha, mostrar gratuidad y ofrecernos con disponibilidad. Sin esto, no somos acogedores.

2- La escucha de las demandas de los fieles. «Unos vienen pidiendo sacramentos, exequias, etc… Otros sólo quieren la catequesis de los niños. Otros tienen cierta religiosidad: quieren bendecir objetos. Otros quieren ayudas materiales. Otros sólo necesitan hablar con alguien. Hay que ver cómo evangelizar cada una de esas demandas. A menudo en las parroquias sólo creamos actividades para los muy habituales, no proponemos nada a estas personas que vienen buscando otras cosas».

3- Atender el itinerario de la persona. «Implica personalizar las relaciones, saber que cada uno está en una etapa o en un camino distinto . Hay métodos que dan resultado, cosas ya probadas. Por ejemplo, los Cursos Alpha, con una comida y testimonios y lenguaje accesible, no recitando el Catecismo. Son 8 ó 10 sesiones. También funcionan las células de evangelización parroquial: pequeñas células en casas, abiertas a gente que no iría a la iglesia pero que son invitadas a esta reunión semanal en la casa.  Tenemos una parroquia con decenas de células. Se pueden crear también círculos bíblicos, comunidades y movimientos de pequeña fraternidad, etc… No basta con decir:  “¿quiere ser cristiano?, pues vaya a misa”. Está bien ir a misa pero mucha gente no hará eso por sí sola.

4- Los círculos de compromiso. Hay que reconocer los cuatro tipos de trato que alguien tiene con la iglesia.

-el parroquiano ordinario y practicante

-el de temporada: va si no llueve, son intermitentes

-los de misas, bautizos y comuniones

-los que no tienen ningún contacto con la iglesia.

Y hay que desarrollar formas de llegar a todos ellos y aumentar su fe, formación y compromiso.

5 – Acoger los dones, carismas y capacidades de cada fiel. «El pastor debe ayudar a cada uno a desplegar sus carismas para que crezcan en fe y se vayan integrando en la comunidad. Al recién llegado o alejado hay que inscribirlo en una pequeña comunidad o grupo adecuado para él con un camino de iniciación cristiana que le de un autentico encuentro con Cristo. Es una estructura pequeña personalizadora, que permite lo espontáneo, como es, por ejemplo, la oración en un grupo pequeño». Un cura no puede acompañar personalmente a 300 personas, no puede ser director espiritual cercano y disponible para todos. Basta con un acompañamiento por alguien con sentido común y algo de formación, cosas muy básicas pero en acompañamiento personalizado.

6 – Formación continua: para clero, laicos, feligreses…

7 -Participación: «hagamos cosas juntos, movamos a la gente, que no sea pasiva, receptora, que usen sus capacidades».

8 -Momentos para proclamar la fe y el Credo; explícitamente. «Sí, lo hacemos en la Eucaristía dominical, pero hay que expresarlo en más momentos. En Toulon hemos bajado la edad de confirmación: antes era con 15 años; ahora con 10 o 11. Pedimos que sea la comunidad la que establezca momentos para profesar su fe ante todos, en voz alta: durante una peregrinación en Lourdes, por ejemplo. Hacemos que proclamen el Credo en público, como en la Vigilia Pascual, ante los hermanos».

Sobre la adoración evangelizadora 

«La experiencia demuestra que donde hay adoración permanente se genera evangelización. Hay que buscar la fórmula pastoral para ello: que se rece en la adoración por la evangelización de la parroquia, por el apostolado. Los mismo adoradores generan fecundidad misionera. Están, por ejemplo, los Misioneros de la Santísima Eucaristía, que el padre Justo, entre Francia y España,  promueve».

Sobre «el puerta a puerta» eficaz: ¡rezando!

«A veces yo mismo salgo a la calle, a evangelizar. O voy puerta a puerta. Pero todo empieza antes, ¡con la oración personal y con la conversión permanente! Eso crea el estado de ánimo que hace que los cristianos sean creíbles y audibles».

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  1. esther herrero permalink
    9 junio 2013 12:32

    El encuentro de nuevo con María, como Pilar que fundamenta su fe en Dios, nos anima a fundamentar nuestra vida en Jesús Eucaristía:

    Abrir nuestras manos para acoger la fe personal.

    Abrir nuestros ojos para mirar de nuevo las culturas, dialogar con los ateos y los alejados que aún no han dejado de mirarnos.

    Abrir nuestros oidos para escuchar su Palabra e iluminar nuestra fe.

    Abrir nuestro corazón para amar sin medida y profesar nuestra fe.

    Doblar nuestra rodillas para vivir una relación con Jesús adulta y testimonial.

    Abrir nuestra boca para anunciar la buena noticia de la Eucaristía,»Jesús vive»

    Que Dios bendiga a todos los participantes y llegueis a vuestro hogares, llenos de entusiasmo, fraternidad y amor hecho particulas de Eucaristia.

    ¡Gracias a todos! por vuestro esfuerzo y genrosidad para que esto pudiera relizarse
    Gracias por vuestra fraternidad de hermanos, vuestro testimonio y alegría…
    Os abrazo a todos.
    Desde la Delgación Nacional
    M Esther Herrero

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