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Itinerario mariano de san Manuel González (junio 2024)

21 junio 2024

Artículo publicado en la revista El Granito de Arena de junio de 2024.

Un amor filial que cautiva (III): La doctrina mariana de san Manuel González

Proseguimos ofreciendo la intervención que la Dra. Deyanira Flores, de Costa Rica, y el Dr. Keith Jiron, de Estados Unidos, ofrecieron en el encuentro realizado en el CITeS en febrero pasado sobre la mariología de san Manuel. Como en otras ocasiones, para facilitar la lectura, se incluyen entre paréntesis los números de las Obras completas de san Manuel sin especificar el tomo.

No es un asunto sencillo, pero san Manuel traslada el misterio de la maternidad de María al de la Eucaristía. ¿Cómo lo consigue?
Keith Jiron: Para comprender esto quiero compartir con vosotros una imagen particularmente significativa. San Manuel utiliza a menudo el título de María como «Madre Sacerdotal», un título que puede ser fácilmente malinterpretado y que no se traduce fácilmente al inglés. Creo, sin embargo, que algunos textos de san Manuel nos ayudan a clarificar este aspecto. En primer lugar, cuando habla del seno de María en El Rosario sacerdotal afirma que: «El seno virginal de María es el altar en donde el Espíritu Santo consagra a Cristo» (2422). Es decir, no tendríamos a este sumo sacerdote, Jesús, si no fuera porque María participó y concibió en su seno a la segunda Persona de la Trinidad.

También escribe: «La Santísima Virgen dio a Cristo el ser físico, por el que pudo vivir en Palestina entre los judíos. El sacerdote da a Jesucristo el ser sacramental eucarístico por el que puede vivir en todos los Sagrarios entre los hombres» (2102). San Manuel está diciendo aquí que, precisamente porque María nos dio físicamente, la segunda persona de la Trinidad encarnada, los sacerdotes ordenados de la Iglesia pueden hacerlo sacramentalmente. Más aún, considera que la capacidad del sacerdote de darnos la carne de Jesús en la Eucaristía es una participación en la maternidad divina de María. ¡Tan sencillo, pero también tan hermoso!

Y continúa: «El Verbo, sin ser hombre, no puede ser sacerdote ni ofrecerse como víctima sacrificial para redención del hombre. El sacerdote es ministro y mediador, y Dios no puede ser ministro ni mediador de sí mismo […] El Verbo, tomando carne y sangre en el seno de la Virgen y haciéndose hombre, es sacerdote que puede ofrecerse como víctima de valor infinito. Si Jesús es consagrado sacerdote en al altar de su Madre, en él ha comenzado la Misa que consumará en el Calvario» (2422).

San Manuel le da a la Virgen un gran número de títulos muy interesantes y significativos. ¿Cuáles te han llamado más la atención?
Deyanira Flores: Si algo caracteriza a san Manuel es el uso tan constante, variado y original que hace de diferentes títulos para referirse tanto a nuestro Señor como a la Virgen María. Pero no son simples títulos sino que cada uno encierra profundas enseñanzas. Tanto es así, que con los títulos que le da a la Virgen, podríamos formar una Mariología completa en miniatura.

Algunos pueden ser muy cortos, como «Madre Inmaculada», que es el que más usa (lo he encontrado al menos 156 veces en sus obras) o pueden ser muy largos, pero casi todos incluyen la palabra Madre. Significativo y constante también es el uso de los adjetivos posesivos: mi, tu, etc. para indicar esa íntima unión existente entre Jesús y María y entre Ellos y nosotros (por ejemplo, «tu Jesús», lo utiliza más de 70 veces).

Podemos citar, a modo de ejemplo, cuatro títulos relacionados con la maternidad espiritual de María.

1. Madre de Dios y nuestra
Es doctrina constante de la Iglesia el que María sea nuestra Madre, dada por Cristo a todos nosotros en la Cruz (Jn 19,25-27). San Manuel lo enseña muy a su manera: «Madre querida de mi Jesús y mía» (1262).

La llama «Madre» con todo lo que esta palabra tan bella significa. Y también agrega un adjetivo: «Madre querida»; no solo madre sino que subraya el amor y la cercanía que los une. «Madre querida de mi Jesús»: María en primer lugar es la Madre de Jesucristo, la Madre de Dios. Pero ¿cómo lo dice san Manuel? «De mi Jesús», o sea, subrayando también el amor y la intimidad que lo unen con Él. «Y mía»: típico de él. Vive de manera muy consciente el hecho de que Jesús le ha compartido su Madre y que, por tanto, es la Madre de ambos. Como lo dice san Pablo VI en su importante documento Marialis cultus: «se la dio a sí mismo y nos la dio a nosotros». Quiso tener a María por Madre y quiso compartirla con nosotros.

En otro título más largo, dice algo muy importante: «Madre Inmaculada, que por serlo al mismo tiempo de Jesús y mía tienes tanto interés en que nos conozcamos y entendamos los dos hijos» (1361). Porque Ella es al mismo tiempo la madre de ambos, tiene tanto interés en que exista ese conocimiento y entendimiento mutuo. Nada hace sufrir tanto a una madre como los hijos peleados entre sí. Nada hace sufrir tanto a la Virgen como ver que no conocemos a su Hijo o que nos alejamos de Él.

2. Hijos de Dios y de María
En mi país, Costa Rica, acostumbramos a decir: «Si Dios quiere y María Santísima. Gracias a Dios y María Santísima». Este tipo de expresiones exteriorizan una profunda verdad que san Manuel explica así: «Y como en el orden natural somos hijos de padre y madre, en el sobrenatural nuestro Hermano Mayor Jesús, no sólo nos ha dado Padre en su Padre Dios, sino que también nos ha dado Madre en su Madre, la Virgen María y en su Esposa la Santa Iglesia» (2174). San Manuel se lamenta amargamente de los niños de las escuelas laicas que no conocen a Dios (3348). ¡Cuántos niños y jóvenes hoy en día están en esas trágicas circunstancias!

Y afirma algo fundamental: «Para que tengan noticias de ese Padre y de esa Madre del cielo […] les ha dado Padre Dios otra madre en la tierra que se llama la Iglesia católica» (4270).

La Iglesia y cada uno de nosotros como sus miembros tenemos el deber de predicar a todos que existe un Dios, que es nuestro Padre, «y que junto a ese Padre tan bueno y tan poderoso, tienen a una Madre, hermosísima, riquísima, santísima, que se llama María, que los conoce por sus nombres, los acompaña a todas partes, los defiende de todos sus enemigos», etc. (4269). ¡Qué diferente es la vida cuando la vivimos bajo esa certeza de que tenemos un Padre omnipotente que nos ama y una Madre que Él mismo nos ha dado para que nos cuide! Una Madre «que se sienta en el Cielo y pasa por la tierra derramando caricias y dones de Dios» (959).

3. Madre de las Marías y de los sacerdotes
San Manuel también detalla la relación particular de María con los diferentes miembros del Cuerpo de Cristo. He aquí los títulos con que la sintetiza respecto a los sacerdotes: «Madre suya, Reina, Modelo y Mediadora de sacerdotes» (2435).

En el caso de las Marías, la consigna constante de san Manuel para ellas es: «¡Marías en unión de María Inmaculada!» (1179). Si no, no podrán nunca cumplir con su misión. Su relación con las Marías la sintetiza así: «Madre querida, Inmaculada María, Maestra y Modelo de las Marías todas» (1415). Es su madre querida, con todo lo entrañable que este título evoca.

Además, por ser María la Inmaculada, es la «Madre del divino Abandonado» y por eso mismo la mejor «Maestra de las Marías» (1178). Es maestra y modelo de todas las Marías y de la pureza que san Manuel quiere que reine en todos los aspectos de su vida.

4. Un último título
San Manuel habla de María, también, como la «Madre del que no pasa» (1347). Nuestra vida se nos va, afanados por tantas y tantas cosas que pasan, que no llenan, que no nos hacen felices… Y en cambio a Jesús, que es nuestro todo, casi ni lo tomamos en cuenta. Él es de verdad el que no pasa, y cuya Palabra, cuyo amor, cuyas promesas, cuya misericordia no pasarán nunca. Por eso san Manuel le pide a la Virgen: «Madre del que no pasa, despega nuestro corazón de todo lo pasajero».

¿En qué sentido san Manuel puede afirmar que María es Maestra para enseñarnos a comulgar?
Keith Jiron: Para explicar cómo María enseña a recibir la Comunión, san Manuel recurre al Evangelio y explica que la única manera de recibir bien la Comunión es imitando a María en la escena evangélica de la Anunciación. Y subraya que María nos enseña con su ejemplo y que, por eso, debemos imitarla: «¿No fue la encarnación del Verbo en tus purísimas entrañas una Comunión, la más perfecta de todas? ¡La primera vez que se pudo decir con todo rigor de verdad: Dios en persona ha entrado dentro de una pura criatura! ¡Tú fuiste la primera criatura que pudo decir: ¡Mi Jesús Dios y Hombre verdadero está dentro de mí! y ¡de qué modo! ¡Tan glorioso para ti y tan fecundo para nosotros! Madre mía, el sonido de la campanilla, como voz de ángel, me anuncia la dicha de mi Comunión; tu Jesús se acerca, viene a hacerse mío, a vivir en mí, dentro de mí» (1302).

Este texto establece la profunda relación entre la Encarnación y la Comunión. Del mismo modo que Dios, en persona, encuentra un hogar en María en la encarnación, así también Dios en persona en la Eucaristía encuentra un hogar en nosotros en la Comunión. San Manuel dice que el comulgante puede aprender mucho meditando sobre esta realidad evangélica del modo en que Dios se hace carne. Dice que el fíat de María le permitió ser el «primer Tabernáculo de la tierra» y, por tanto, nosotros debemos imitarla.

También, reflexionando sobre la visitación, san Manuel explica que María es la primera en recibir a Jesús en la Encarnación y, por tanto, la primera en recibir la Comunión. Después de recibir a Jesús, ¿qué hace María? Va sin demora a visitar a su prima Isabel. ¿Qué nos dice esta acción de María, o nos enseña, sobre cómo recibir la Comunión? Escribe: «Alma, alma, ¿qué te dice esto? Cuando en ti entra el Jesús de tu Comunión y de María, a dónde vas, o mejor, a dónde lo llevas? […] ¡Ah, si imitaras, alma, a tu Madre después de comulgar!».

San Manuel sugiere aquí que la respuesta de María al recibir a Jesús en su seno tiene algo que enseñarnos respecto a cómo debemos responder nosotros al recibir a Jesús en la Comunión. Nos recuerda que comulgar debe movernos también a ir en busca del pobre, del ignorante, del niño, del triste y del abandonado, para atenderlos y vivir cada día mejor nuestra vida cristiana y nuestra relación con los demás.

Continuará
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