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«Su afmo. P. in C. J.» (abril 2024)

17 abril 2024

Artículo publicado en la revista El Granito de Arena de abril de 2024.

«Mi muy querido y venerado Sr. Nuncio» (II)

Cartas de san Manuel al nuncio Mons. Federico Tedeschini

No es frecuente que un nuncio pase tantos años en un mismo destino, especialmente cuando en ese país durante esos años se suceden regímenes políticos de muy distinto signo. Sin duda la nunciatura de Mons. Federico Tedeschini tuvo mucho de especial, le correspondió sobrellevar tiempos muy difíciles para la Iglesia en España, quiso desarrollar su misión de representante del papa de la mejor manera y ello le acarreó numerosos enemigos, también entre grupos de católicos españoles.

El 10 de junio de 1921 Federico Tedeschini presentó al rey Alfonso XIII sus credenciales como nuncio de su santidad en España. El 5 de mayo había recibido en Roma el orden episcopal que le confirió el propio papa Benedicto XV, y permaneció en España hasta junio de 1936. Tedeschini fue el nuncio en los difíciles momentos que pasó san Manuel durante el incendio del palacio episcopal, en los meses en Gibraltar, del no retorno a Málaga, etc. Aunque en muchas ocasiones las decisiones que tuvo que trasmitirle no fueron las que san Manuel hubiera deseado escuchar, siempre contó con su confianza y siempre encontró en él un apoyo importante.

Importante labor diplomática
A medida que se ha ido conociendo la documentación de los años 30 del siglo XX, que se conserva en el Archivo Apostólico Vaticano (que ha estudiado con profusión e intensidad D. Vicente Cárcel Orti), se ha comprobado la importante labor diplomática realizada por el nuncio Tedeschini, que tuvo que procurar la defensa de los intereses de la Iglesia en España en unos tiempos especialmente hostiles. Aun consciente de la imposibilidad de mantener relaciones entre la República Española y la Santa Sede en el marco de la constitución aprobada en diciembre de 1931, quiso sostenerlas confiando en que en algún momento la situación podría cambiar y, seguramente, en esa clave hay que entender sus actuaciones, especialmente en los años que van desde abril de 1931 hasta su salida de España en junio de 1936.

Primera carta: junio de 1921
La primera carta que escribió san Manuel a Tedeschini está firmada el 16 de junio de 1921, a los pocos días del establecimiento del nuevo nuncio en Madrid. Con la perspectiva del tiempo bien puede decirse que san Manuel cumplió con lo que en aquella carta manifestaba:

«Que al pie de sus órdenes, orientaciones y deseos en el elevado cargo que entre nosotros viene a desempeñar, el Obispo que subscribe tiene la firme voluntad de poner siempre el Amén de su incondicional fidelidad y leal cooperación» (OO.CC. IV, n. 5574).

En efecto, aunque a veces las órdenes que recibió no fueron fáciles de atender, nunca dejó de cumplir los mandatos que como representante del papa le trasmitió, y siempre tuvo en consideración las opiniones del nuncio con quien mantuvo un diálogo constante. También acudiría a él en muchas ocasiones requiriendo su ayuda para cuestiones administrativas, sobre todo relacionadas con las congregaciones religiosas establecidas en su diócesis y que sufrían graves dificultades económicas.

San Manuel también recurrió al nuncio Tedeschini en 1926, en este caso para solicitar el permiso necesario para dar sepultura en la iglesia del Sagrado Corazón en Málaga al padre Arnaiz, s.j. El 20 de julio de 1926 le escribió agradecido tras la concesión de la licencia:

«Por honrar de este modo al gran apóstol de esta Diócesis y otras vecinas, que hace largo tiempo no ha conocido el descanso ni la más pequeña comodidad, siempre misionando, no ha quedado menos agradecido el pueblo de Málaga, que de ninguna manera quería oír hablar de su enterramiento en el cementerio» (OO.CC. IV, n. 5691).

El 12 de marzo de 1929 san Manuel escribió a Tedeschini respondiendo a una carta que le había hecho llegar el nuncio en la que un fiel de Málaga se lamentaba por la situación de las cofradías de penitencia de la ciudad y, especialmente, de algunas acciones que llevaban a cabo sus miembros durante los días de Cuaresma y Semana santa y que resultaban, a su parecer, escandalosas. Ante todo esto, y reconociendo la existencia de algunas conductas impropias de los cofrades, que explica en la carta, concluye manifestando cómo las cofradías, bien dirigidas, habían contribuido para mejorar la Iglesia en Málaga:

«Hoy, no obstante sus grandes defectos, han producido un bien; antes por determinadas calles apenas podía pasar una sotana, hoy, por este movimiento de aproximación a la Iglesia, no se cierra ninguna puerta en Málaga al Sacerdote, cuando va a administrar los últimos Sacramentos, o a explicar en los corralones (casas a veces con 300 vecinos) el Catecismo, y por otra el resurgir de la piedad es altamente consolador, como lo prueban las muchas Hermandades Sacramentales que se van formando, aun en las Parroquias de los barrios, las nutridas Comuniones de hombres y el florecimiento de la Adoración Nocturna que ya cuenta con 21 turnos» (OO.CC. IV, n. 5773).

Trágicos días de 1931
Pero el problema más importante que tuvo que gestionar el nuncio con relación al obispo de Málaga surgió tras los sucesos de la noche del 11 de mayo de 1931. Pocos días después Tedeschini recibió la primera carta que san Manuel escribió desde Gibraltar, lleva fecha de 16 de mayo:

«Con el corazón destrozado de dolor y con la cabeza atolondrada sin acabar de darse cuenta de la magnitud de la desolación que como manto negro envuelve a mi pobre Diócesis desde la noche del 11 hasta hoy, escribo a V.E. para darle cuenta muy somera, no más, de lo que nos ha pasado y tome las providencias que crea oportunas» (OO.CC. IV, n. 5879).

Comenzaba su destierro de Málaga, que entonces no imaginaba tan largo. Al cabo de unos pocos días san Manuel comunicó al nuncio sus intenciones de regresar a su diócesis, al mismo tiempo que, con confianza, le manifestaba su disposición interior y solicitaba sus oraciones:

«Hoy debo decirle que quiero volver a mi Diócesis de Málaga y que estoy recogiendo impresiones sobre la situación actual en los pueblos, de las que deduzco, de acuerdo con personas sensatas y de sólida piedad, que tendré que empezar por irme a Ronda; primero, en viaje o visita de exploración al Colegio Salesiano de Santa Teresa y, si después de llevar allí algunos días, veo que aquello ofrece seguridad, alquilaré una casita modesta donde poder vivir el tiempo que deba permanecer en dicho pueblo. De allí iré alguna vez a Málaga a algún acto a la Catedral o Seminario hasta que el Corazón de Jesús arregle las cosas de manera que se pueda volver definitivamente. ¡Sr. Nuncio, cuánto he sufrido y sufro…! ¡Pida mucho por mí, para que no haga ni quiera otra cosa que lo que quiera el Corazón de Jesús y lo que más contribuya al mayor servicio de mi Santa Madre la Iglesia!» (OO.CC. IV, n. 5948).

En los primeros meses de 1932 se desató en España una campaña contra el nuncio que, según explica Cárcel Orti, fue promovida por un sector de católicos españoles. Enterado san Manuel de la situación, ya desde Ronda le escribió:

«Este pobre Obispo, que tantos consuelos en horas de amarga soledad y persecución recibió de V.E. Rvdma., con V.E. comparte el hondo pesar que ha de producirle la ingratitud de los hombres de la que protesta enérgicamente. Idéntica protesta con el debido elogio de V.E. Rvdma. elevo hoy al Padre Santo por mediación del Emmo. Sr. Cardenal Secretario de Estado» (OO.CC. IV, n. 5969).

Aquel mismo año, en el mes de julio le felicitó en el día de su santo y aprovechó para manifestarle de nuevo su adhesión, a su persona y a la tarea que estaba desarrollando:

«Un doble objeto tiene este año mi carta de felicitación; en primer lugar, felicitarle muy cordialmente en su fiesta onomástica, y además, manifestarle que pido muy insistentemente al Corazón de Jesús que derrame a raudales sobre V.E. sus bendiciones y sus consuelos para compensarle de tanto como ha sufrido por defender los derechos de nuestra Madre la Iglesia en circunstancias tan difíciles como las que nos rodean. ¡Cuántos dolores le está costando el cumplimiento de su elevadísima misión en España!¡Quiera el Corazón de Jesús y la Virgen Santísima del Pilar abreviar los días de prueba!» (OO.CC. IV, n. 6001).

Fueron muchos, en efecto, los problemas que tuvo que sortear Tedeschini en el desempeño de su cargo en Madrid. Probablemente compartió muchos enemigos con san Manuel. En una carta le contó al prepósito general de la Compañía de Jesús, P. Ledóchowski, algunos detalles de su experiencia como nuncio en España y concluyendo que «con esto podía darse una idea del delizioso letto di rose, en el que, también a causa de los católicos, yo me encuentro en esta disgraziata, malaugurata, nefasta missione» (Cárcel Orti, V., «Diario de Federico Tedeschini (1931-1939). Nuncio y cardenal entre la Segunda República y la Guerra Civil española» en Analecta sacra tarraconensia, vol. 92, 2019, p. 22).

San Manuel se vio obligado a abandonar Málaga, pero no por ello dejó de gobernar su diócesis. La mayor parte de la correspondencia que mantuvo con el nuncio estuvo relacionada con los asuntos de gobierno de la Iglesia de Málaga, que se veían complicados por la situación por la que pasaba España, las dificultades que planteaban nuevas leyes, como la del divorcio aprobada en 1932 o la de protección al Tesoro Artístico, y las actitudes anticlericales de la prensa. En marzo de 1934 escribió informando al nuncio:

«Desgraciadamente en mi pobre Diócesis, la más castigada de todas por los elementos extremistas, se repiten con demasiada frecuencia los ataques a los templos y a los actos de culto, quedando siempre impunes los que los realizan. Precisamente en la semana anterior han puesto una bomba en una ventana de la Parroquia única del populoso barrio de Huelin y han rociado con gasolina e incendiado sus puertas, parroquia que ya fue incendiada y devastada en Mayo de 1931, juntamente con la casa rectoral y un dispensario gratuito que para los pobres había establecido el Párroco, y ahora se va restaurando el templo parroquial como se puede, y no se sabe que hayan detenido ni castigado a los recientes incendiarios» (OO.CC. IV, n. 6258).

Durante el año 1932, san Manuel, decidido a establecerse en Ronda, donde ya llevaba algunos meses, recibió, a través del nuncio, órdenes del Vaticano de residir en Madrid. Es probable que esta decisión de Roma tuviera origen en los sucesos políticos que ocurrieron en agosto de ese año: un intento de golpe de estado que se frustró, pero que llevó a la cárcel a varias personas que se relacionaban en Málaga con el obispo. Seguramente san Manuel sospechaba que su correspondencia estaba intervenida, y durante estos meses en las cartas que escribía desde Roma a su hermana y a su sobrina se referirá a Tedeschini como «nuestro tío»:

«Tengo una paz enorme con la decisión de nuestro tío que tantas indecisiones y perplejidades nos ha quitado de encima y luego el Amo dirá» (OO.CC. IV, n. 6060).

Tras la victoria electoral de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933, parecía que se abría la posibilidad de que el obispo de Málaga volviera a su sede. Sin embargo, el panorama en Málaga no parecía haber cambiado tras estas elecciones, y así tuvo oportunidad de explicarlo al nuncio:

«No ha desaparecido el mal de aquella pobre Málaga, como lo demuestra que únicamente allí haya salido triunfante el candidato comunista y con mayor número de votos que todos los demás; pero, en medio de tantas ruinas morales y materiales se trabaja con bríos y, con la confianza puesta en el Corazón de Jesús, no deja de sembrarse la buena semilla de la Doctrina de Cristo, y ya empieza a germinar y a dar algún fruto en las Escuelas católicas, en los Catecismos que se van estableciendo en gran número y en otras obras de piedad y de celo que van cobijándose bajo la Acción Católica Diocesana» (OO.CC. IV, n. 6221).

Aunque no lo explica en su carta, el candidato comunista al que se refiere era Cayetano Bolívar, un médico malagueño que, en la noche del 11 de mayo, usando las vestimentas episcopales saqueadas del palacio en llamas, hizo bufa del obispo en una céntrica plaza de Málaga.

Así las cosas, en julio de 1934, san Manuel trasmitió a Tedeschini toda una serie de consideraciones que le había hecho al Vicario General de su diócesis, después de que este le comunicara que un grupo de malagueños se disponía a recoger firmas para reclamar su regreso a la ciudad. No era cuestión fácil.

De nuevo en marzo de 1935 una carta describía el ambiente anticlerical que se vivía en Málaga. La situación poco había cambiado y las autoridades no habían hecho nada por esclarecer los sucesos de mayo del 31. Cuatro años después, los enemigos del obispo seguían impidiendo su regreso; mientras que las personas que le apreciaban, temiendo por su seguridad, entendían que en ese estado de cosas era preferible que siguiera rigiendo la diócesis sin residir en ella. San Manuel ponía en manos de la Santa Sede su situación y explicaba al nuncio:

«Enemigo, por práctica constante mía y para enseñanza de mis Sacerdotes, de presentar renuncias de cargos eclesiásticos, y mucho más cuando son un calvario, como en el presente caso, me limito a exponer la situación de mi Diócesis por la que V.E. se digna preguntarme y a esperar con rendida obediencia a que el Sumo Pontífice decida cómo ha de ser mi sacrificio por la Sede con la que el Espíritu Santo me desposó: si sirviéndola dentro, sometido a los peligros enumerados, gobernándola desde el destierro, como al presente, o dejándola viuda para que encuentre esposo que mejor la defienda o con quien menos la ataquen» (OO.CC. IV. n. 6398).

Aquel mismo día firmó otra carta en la que le respondía acerca de sus preferencias, para el caso en que el papa determinara apartarle de la diócesis de Málaga. Se entiende del contexto de esta carta que se le habría ofrecido ocupar alguna de las sedes vacantes en España en aquel momento, y él se inclinaba por dedicarse a las obras eucarísticas que había puesto en marcha; aunque no dejaba de ver en esto un reparo: su renuncia a ocupar otra sede episcopal podría entenderse como un triunfo de quienes le impedían su residencia en Málaga, y por tanto como una cesión de la Santa Sede ante estos.

Seguramente fueron cartas difíciles de escribir. Había que conjugar los sentimientos de cariño hacia aquella diócesis, donde tantas Obras queridas había puesto en marcha y donde contaba con tantos feligreses que le demostraban su afecto, con la necesidad de reparación de la injusticia que se había cometido contra la Iglesia. No hay que olvidar que no solo fue incendiado el palacio episcopal, también lo fueron multitud de iglesias, conventos y colegios de la capital. Era necesario un compromiso para garantizar la libertad de la Iglesia, y con ello de los católicos (clérigos, religiosos y laicos) de Málaga, aun en el estrecho marco legal que ofrecía la constitución republicana.

Instrucciones de la Santa Sede
Conocemos que Tedeschini, a la vista de estas cartas, recibió de la Santa Sede las instrucciones precisas para actuar en el caso del obispo de Málaga mediante un despacho emitido por la Secretaría de Estado Vaticana el 20 de mayo de 1935. Sabemos también que, tras entrevistarse personalmente con san Manuel, este cambió su actitud, la que había manifestado en marzo, y el 5 de julio pidió al nuncio formalmente «si aún es tiempo, la Silla de Palencia» (OO.CC. IV, n. 6427). Fue aquel 5 de julio un día especialmente difícil en el que tuvo que poner toda su confianza en Dios. El día 4 de agosto recibió, en Elorrio, la carta en la que se le comunicaba oficialmente su designación como obispo de Palencia. A partir de aquí se intercambiaron varias cartas, muchas en relación con los trámites para la toma de posesión, y más tarde algunas sobre cuestiones de gobierno tras su llegada a la diócesis palentina.

Federico Tedeschini fue creado cardenal en noviembre de 1935, aunque más tarde se conocería que había sido creado cardenal in pectore ya en marzo de 1933. Estaba en aquellas fechas todavía en España y se dio la circunstancia de que fue el presidente de la república, Niceto Alcalá Zamora, quien le impuso el capelo cardenalicio, usando un antiguo privilegio de los reyes españoles. Abandonó Madrid el 11 de junio de 1936, al poco de haber tenido un incidente grave con el gobierno instaurado tras las elecciones de febrero de aquel año. Se acababa así su misión «lunga, travagliata e orribile» en España. Quien había sido designado para sucederle en el cargo, Mons. Filippo Cortesi, nunca llegó a instalarse en la nunciatura de Madrid.

El 25 de febrero de 1938 en cardenal Tedeschini fue nombrado Datario Mayor de la Santa Sede. El 14 de marzo de 1939 el nuevo papa, Pío XII, con quien mantenía amistad desde sus años de estudiante, le nombró arcipreste de la Patriarcal Basílica Vaticana. Falleció en Roma, el 2 de noviembre de 1959.

Aurora Mª López Medina
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